17 de agosto de 2011

UN MEDICO DE GRAN APETITO

UN MEDICO DE GRAN APETITO

Trabajo en un hospital y comparto mi labor con varios médicos con distintos tipos de personalidad, de lo que hablaré en otra oportunidad, pero esta vez se trata de un compañero de trabajo de carácter muy bonachón, sobrio y de buen criterio al opinar, de hablar pausado, muy ético en su actuar y con una recta formación digna de un buen profesional. Su vida personal era muy discreta y no le gusta asumir cargos en la institución.

Cuando llegó a trabajar aún estaba soltero, vivía solo muy cerca de la institución y como es obvio tenía que diariamente buscar donde tenía que ingerir sus alimentos por lo que muchas veces se lo veía en el comedor del hospital, con el tiempo se casó pero su vida parecía no haber cambiado y eso llamó la atención y de alguna manera preocupó a sus compañeros mas cercanos a él en el trabajo, después de algunos meses de casado un colega muy amigo de él le preguntó, ¿como el matrimonio había cambiado su vida?, y él respondió: “Bueno, hoy tengo quien me cocine”.

Así es él, y como muchos de nosotros, de muy buen gusto para la comida, su significativa talla le daba una esbelta figura en aquellos primeros años en que ingresó a la institución trabajaba con nosotros; y que con el pasar del tiempo, fue poco a poco cambiando su aspecto para ser hoy mas corpulento, por el aumento significativo de su volumen corporal, especialmente del diámetro de su cintura por el progresivo incremento de peso y hoy pintando canas va lentamente pronunciándose mas y mas “la curva de la felicidad”, su abdomen.

De las conversaciones que se desarrollaban en los ratos de ocio, mientras se miraba un programa de televisión o se tomaba un café salió la historia que el mencionado médico comía muy bien y a gran volumen tanto que hasta decían que cuando iba a una pollería pedía para él un pollo a la braza entero con papas fritas, ensalada y todo; dicho rumor se diseminó por todo el hospital y fue tema de conversación para la mayoría de trabajadores que admirados por el gran apetito que tenía este colega no podían creer que eso podía ser cierto.

La historia fue relatándose muchas veces en múltiples oportunidades, sobre todo a los que por primera vez se acercaban al hospital, y era para todos motivo de admiración e incredulidad; fue así que en cierta oportunidad en que un grupo nuevo de internos de medicina estaban conversando con este médico protagonista de tan admirable proeza fagocitaria, y se pusieron a murmurar entre ellos, quien le pregunta sobre el mencionado hecho para confirmar o desmentir el rumor que todos comentaban; fue así que uno de ellos tomó la iniciativa y le pregunto:

Doctor, es cierto que usted solo se como un pollo a la braza.

A lo que el contestó:

SOLO NO, TIENE QUE SER CON PAPAS.

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