10 de julio de 2011

UNA MENTE BRILLANTE

UNA MENTE BRILLANTE

El sábado once de junio del 2011 falleció en Cajamarca uno de los médicos mas brillantes de nuestra ciudad, su caballerosidad y su capacidad profesional hacían de el un ejemplo a seguir; y que ha pesar de los años que llevaba encima, pues desarrollaba la octava década de su vida siguió trabajando en su consultorio hasta cuando la salud le permitió hacerlo como si fueran los primeros días de su vida profesional. No era muy alto pero mantenía un porte esbelto y siempre conservaba una pulcritud envidiable vistiendo siempre un impecable terno que hacía resaltar su desaparecida cabellera pues desde muy joven había perdido totalmente el cabello.

Quienes nos acercamos a la sexta década de la vida y que a pesar del pasar de los años aún persistimos en quedarnos a vivir en esta bella ciudad del Cumbe; cuando éramos niños y nos enfermábamos vivimos la experiencia de ser atendidos por nuestro querido médico, hechos que eran muy frecuente en esa época; y el acudía a nuestros domicilios sin demora a atendernos con su parca sonrisa y su mente brillante y que ahora lo lloramos ya que ya se nos ha adelantado en el viaje que todos tendremos que hacer algún día y ya descansa en paz.

Muchas veces visitó mi casa haciendo la consulta médica de cada uno de mis cinco hermanos, en distinta época y en distinto momento, eran frecuente las famosas “infecciones intestinales” ya que Cajamarca no tenía un buen sistema de saneamiento y los servicios de agua y desagüe dejaban mucho que desear, mas aún si las calles eran de tierra sobre todo en la periferia donde jugábamos en la calle o en el suelo: la polla, las aperis, sello palo mi brujo y otros muchos juegos que ya se han perdido en el tiempo.

De los seis hermanos que cursábamos los años de la educación primaria en una de las pocas escuelas de la ciudad de entonces, a los varones nos tocó estudiar en la escuela de aplicación de la Normal de Cajamarca y a las mujeres en la escuela de Santa Teresita.

En una oportunidad le toco enfermarse al cuarto de los hermanos, tenía mas o menos unos seis años, y presentó, como en la mayoría de las veces que nos enfermábamos, malestar general, fiebre, escalofríos y sudoración, hecho que siempre ponía a mi madre muy preocupada por lo que rápidamente y de acuerdo con mi padre mandaron a llamar a nuestro querido doctor de la familia.

Era aproximadamente las seis de la tarde, cuando se acercó a mi casa al llamado de la familia, le explicaron en caso y en la medida que iba conversando con mi madre exponiéndole los signos y síntomas que había presentado mi hermano en los últimos días, nuestro doctor lo examinaba minuciosamente al paciente en su cama, y mi hermano se dejaba auscultar y palpar complacientemente durante todo el tiempo que demoró el examen pero sin dejar de mirarle fijamente la cabeza carente de cabellos del doctor y que en la tenue luz domiciliaria de la época, brillaba como si le hubiese pasado brillantina a la piel de su redonda superficie superior.

Finalmente termina la consulta y conversa con mis padres sobre el posible diagnóstico y extiende una receta para adquirir los medicamentos que debía recibir por su enfermedad, como en aquellos tiempos al médico se lo consideraba mucho, era muy importante que al final de la atención se lave las manos limpiándose de la enfermedad del paciente y para ello le ofrecieron una palangana de fierro enlozado con agua para que se lave y después de secarse un poco de alcohol para que se desinfecte las manos; ya se estaba despidiendo de todos haciendo bromas sobre la salud del enfermo quien no dejaba de mirarlo; y cuando el doctor se dirigió a mi hermano enfermo para despedirse, nos percatamos que seguía mirando su cabeza, y con la inocencia de un niño de seis años dijo:

DOCTOR COCOBOLO.