16 de octubre de 2012

LA SUERTE DE LA FEA LA BONITA LA DESEA



LA  SUERTE  DE  LA  FEA  LA  BONITA  LA  DESEA
Era en día limeño como todos en la gran mayoría de año, no había sol y el cielo mostraba su tétrico color gris que incrementaba la tristeza agravado por ser un día frío día de invierno,  estábamos trabajando en el hospital y ya habíamos terminado de realizar la visita médica temprano o sea que ya habíamos pasado la evaluación a cada una de las pacientes que en ese momento estaban hospitalizadas, el equipo médico era mayormente de mujeres ya que en los dos servicios con que contaba el pabellón las actividades eran dirigidas por médicas de gran capacidad profesional y prestigio con una formación impecable, luego cada uno de los médicos, internos y residentes se dedicaban a terminar las tareas administrativas haciendo recetas, notas terapéuticas, evoluciones. Interconsultas, etc.
Eran aproximadamente las diez de la mañana, hora en que llegaban a cada servicio los pacientes que tenían que ser hospitalizados, y nuestra directora médica era una mujer de rasgos finas, muy delgada, de tez blanca, de apariencia conservadora, no era una belleza pero tampoco tenía mal parecido y se acercaba a la etapa de cambios hormonales de la media vida y aun seguía soltera, a pesar de que tenía un novio también maduro con quien hasta ese momento no llegaban a finalizar con éxito esa relación, (pero años después fue su esposo) lo que le preocupaba seriamente a nuestra amiga y jefa de servicio.
Mientras el resto de equipo médico escribíamos recetas e historias en el estar de enfermeras observamos que nuestra directora se dedicó a avaluar a una paciente que recién había ingresado en ese momento y como era su responsabilidad, estilo y capacidad recogió los datos interrogando minuciosamente a la paciente, luego paso al examen físico muy detallado, y fue revisando los notas de emergencia con que la paciente había ingresado; la paciente era una mujer de unos cuarenta años que era portadora de una enfermedad crónica, tenía talla baja y que ingresaba para aclarar su diagnostico, tenía varios hijos, presentaba una xifosis (joroba) más o menos marcada, un defecto de nacimiento que la hacía cojear y sobre todo un gran compromiso general que hacía más sobresaliente los defectos de la humilde paciente, hasta aproximadamente unos cuarentaicinco minutos después terminó su evaluación.    
Repentinamente la doctora miró al grupo del estar de enfermeras y trató de ubicarme y cuando lo logró me llamó algo agitada, se la veía como preocupada y exaltada, doctor, me dijo quiero que evalúe esta paciente, al inició me llamó la atención el pedido porque siendo residente sabíamos que la primera evaluación y la confección de la historia clínica le correspondía al interno, pero como era un pedido de la jefatura inicié la entrevista, como era de esperar, haciendo algunas preguntas que la misma doctora me respondía, y haciendo un examen físico sumario y evaluando algunos datos que traía en la historia clínica e intenté hacer un diagnóstico  a los que la doctora me reprochó diciendo, no doctor, no quiero su diagnóstico, quiero que evalúe su historia personal que yo había pasado por alto y no indague en ello, procedí hacerlo rápidamente y encontré algunos datos interesantes sobre su prolija vida marital de tan disminuida paciente.
Bruscamente fui interrumpido por la doctora quien me manifestó que lo que quería conmigo es lo siguiente: doctor, me dijo, quiero que comparta conmigo mi indignación y lo injusta que es la vida; mire a esta paciente, flaca, con joroba, coja y enferma crónica y tiene como yo casi la misma edad y ha tenido en su vida tres maridos y en cada uno hijos, y yo hasta ahora ninguno.