31 de diciembre de 2010

UNA CONSULTA CON EL PSIQUIATRA

Uno de mis grandes amigos, así lo considero yo, es un médico psiquiatra que trabajó conmigo por varios años, un profesional que tiene un excelente nivel de capacitación médica, una sólida formación ética y sabe ser un buen compañero de trabajo; pero como dicen los expertos cuando alguien estudia psicología o psiquiatría es porque quiere ajustar de su cuerpo algún tornillo que le molesta porque está un poco flojo, por eso cuando un psiquiatra se toma la palabra hay que poner los cinco sentidos para entender adecuadamente lo nos quiere decir.

El trabajo hospitalario que realizamos todos los médicos es siempre denso y de mucha responsabilidad, está lleno de anécdotas de diferente tipo algunas tristes y otras jocosas y se tiene que lidiar con una variedad infinita de personalidades que acuden a los consultorios en busca de apoyo para solución a sus problemas de salud. En el campo de la psiquiatría los enfermos presentan alteraciones de conducta y de comportamiento en su casa, en su trabajo o en la sociedad y esta gran variedad de patologías mentales debemos claramente diferenciarlas de aquellas alteraciones del comportamiento que sobrepasan ligeramente el límite de la disfunción de la personalidad, y esto hace que el médico psiquiatra tenga mucho cuidado con su trabajo ya que debe ser minucioso y fino en sus diagnósticos teniendo cuidado en lo que dice ya que no es muy agradable que le digan a un paciente que puede ser portador de una enfermedad mental, en otras palabras que “esta loco”.

En cierta ocasión acudió al consultorio de Dermatología donde atiende una especialista mujer, un adulto joven que estaba muy preocupado por unas lesiones que le habían aparecido a lo largo de su pene; la doctora le hace el interrogatorio sobre el tiempo que tienen esas lesiones, la evolución de las mismas y que había hecho él para controlar esas heridas y el paciente fue respondiendo detalladamente a cada una de las preguntas y como ya había pasado tiempo desde el primer día en que le aparecieron las lesiones el curso de la enfermedad era progresivo ya que habían transcurrido varias semanas y las lesiones habían aumentado y eran sumadamente dolorosas y secretantes que le molestaban mucho por lo que decidió ir al hospital.

Como toda buen profesional, para hacer un buen diagnóstico, era necesario el examen físico por lo que le pidió al paciente que se quite el pantalón y la ropa interior y mirando las lesiones desde cierta distancia consideró que lo que tenía el paciente era una infección bacteriana del miembro viril; sin embargo este tipo de patologías no son frecuente y a la profesional de la salud le preocupaba el origen de esa infección, así que continuó con el interrogatorio mientras el paciente se colocaba su truza y su pantalón nuevamente.

¿Que ha hecho usted los días anteriores a la aparición de las lesiones? Le preguntó, y el paciente que se le notaba avergonzado se acercó lentamente a la doctora y en voz muy baja que apenas se lo podía escuchar, le susurro muy cerca del oído:

He tenido sexo con una gallina.

La doctora muy indignada por lo que había escuchado, muy molesta, agarró su recetario y escribió el nombre de unos antibióticos y anti-inflamatorios, le explicó lo que debía hacer con las medicinas y le dijo con tono muy enérgico:

Vaya usted inmediatamente al médico psiquiatra, y agarrando la historia abrió su puerta y llamó al técnico de enfermería diciéndole que lleve de inmediato al paciente al consultorio de psiquiatría. El técnico cogió la historia e invitó al paciente a seguirlo y fueron caminando raudamente hasta el consultorio de referencia, entregó la historia y le dijo al paciente que tome siento y espere a que el médico lo llame. Al poco rato el médico lo llamó e ingresó a la consulta con el especialista quien como en todos los casos inició la consulta con el interrogatorio y le paciente relató con lujo de detalles las aventuras sexuales que había tenido con una gallina de su corral durante varios meses previos a la infección, el médico hizo su evaluación psiquiátrica y concluyó su diagnóstico recomendándole posteriormente el tratamiento correspondiente.

El rumor sobre tan particular consulta se dispersó por todos los médicos del hospital quienes conversaban en todos lados sobre la personalidad de tan singular sujeto y según la opinión que daba cada una de ellos surgían las sugerencias y apreciaciones del caso, y fue tanto la preocupación de la personalidad del mencionado individuo que un grupo de colegas fueron hasta el consultorio del psiquiatra para pedirle su opinión.

El los escuchó atentamente a cada uno y cada colega emitía una opinión que casi siempre terminaba en risas por las bromas que se tejían sobre la personalidad del sujeto que sin ningún reparo había usado sexualmente a una gallina por varios meses; el psiquiatra se mantenía absorto y callado, hasta que uno de los médicos mas interesados y preocupados por el caso le insistió en que emita una opinión sobre la personalidad y la aberrante conducta del mencionado paciente. Entonces de manera improvisada y muy preocupado el médico psiquiatra dijo:

No me preocupa el paciente; me preocupa la “POBRE GALLINITA”.

1 comentario:

José Chicata Díaz dijo...

Amigo Juan,he leído varios de tus escritos, y éste en particular,te agradezco en lo que me toca tu consideración a mi persona.
Tus anécdotas son como las películas, muy entretenidas y dejan sensación de bienestar a quien las lee. Así como tus otros escritos son invitaciones serias a la reflexión,y dejan ver tu plenitud de valores. Un fuerte abrazo. José Chicata Díaz.