13 de septiembre de 2011

LA VIDA ES DULCE


LA VIDA ES DULCE
Es domingo, día de descanso, día de olvidar la responsabilidad del trabajo, día del regocijo, día de la alegría y la unión; toda la familia había salido a disfrutar de un almuerzo en un restaurante campestre en las afueras del pueblo de Llacanora a unos diez kilómetros de la ciudad de Cajamarca, muy alegres degustamos de un rico caldo verde con quesillo, unas cecinas shilpidas y unos cuyes fritos con su “arroz de trigo” asentados con un “sol y sombra” bebida conformada por cerveza negra combinada con inca cola las que se van sirviendo primero la gaseosa y luego la cerveza haciendo que se forme los dos niveles de colores de las bebidas con el amarillo abajo y el negro arriba muy agradable a la vista y al paladar más exigente.
Después de saciar el apetito finalizando el almuerzo seguimos conversamos un rato haciendo la sobremesa, luego vamos a pasear por el campo, al aire libre visitando la laguna de sulluscocha, recorriendo los “zoolitos” de los sapitos, respirando aire puro y contemplando el vuelo de los patos y el hermoso paisaje cajamarquino que lo forma el horizonte de la cordillera azul con el verdor de los eucaliptos tan agradable a los ojos del que sabe contemplar la naturaleza de manera particular; al terminar la tarde poco a poco decidimos regresar no sin antes pasar por el balneario de los Baños del Inca primera maravilla del Perú, donde se hace obligatorio degustar un postre en la dulcería más concurrida del balneario; allí estacionamos los vehículos y bajamos todos a pedir el manjar que más nos agrada a cada uno de nosotros.
Había mucha gente en la dulcería y nos cruzamos con mucha gente conocida y desconocida que hacía difícil pedir el postre deseado, nos costó encontrar un espacio para sentarnos hasta que llegamos a ubicarnos en una mesa donde degustamos alfajores, pastel de manzana, mazamorra morada, helados y cuanto postre había en las vitrinas hasta saciarnos tanto que llegamos a empalagarnos; ya casi para retirarnos levanté mi mirada y en otra mesa entre las muchas que había me llamó la atención una familia que se estaba acomodando lentamente para pedir el dulce preferido, mi memoria trabajó rápidamente para buscar en mi archivo mental quienes eran aquellas personas conocidas que me llamaron tanto la atención; eran cinco personas que conformaban la familia, la madre tres hijos y un nieto de la mayor; pidieron los postres más dulces de la tienda y así como nosotros disfrutaron de todos los manjares y néctares hasta repitiendo sus pedidos una y otra vez. En un momento de la velada mi mirada se encontró con la de todos ellos, la madre y los hijos no supieron qué hacer para parecer no ser vistos por mi persona, parecían que habían visto al demonio y manifestaron una gran intranquilidad que se hacía notar tanto que llamó la atención a toda mi familia quienes me preguntaron que estaba pasando; para ellos fue un momento de bochorno colectivo a sentirse “ampayados” por mi persona en la dulcería y casi sin terminar los dulces, las cinco personas fueron saliendo lentamente una tras otra para pasar inadvertidos frente a nosotros.
A la madre del grupo, una señora muy mayor y de muy buenos sentimientos se le veía mas preocupada, parece que le remordía la conciencia con el encuentro y al verme no supo qué hacer y muy mortificada mientras estuvo por salir de la dulcería decidió esperar hasta cuando nosotros también nos estábamos retirando para enviar un pequeño paquete para ser entregado a mi persona por un mensajero, paquete que contenía una docena de alfajores de manjar blanco como regalo y en ella una nota que decía: La vida es dulce.
Que tenía de particular aquella familia que estaba en la dulcería tan preocupada por haberme visto:
Es que soy médico y mi especialidad es la endocrinología y a todos los miembros de esa familia yo los atiendo para controlar su DIABETES.


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