17 de enero de 2011

A LA SOMBRA DE SENDERO

A LA SOMBRA DE SENDERO

Trabajaba en el Centro Médico Santa Teresa, una ONG del obispado de Abancay que se había formado para atender a los pacientes de lepra que había en el departamento de Apurimac, hacíamos atenciones médicas tanto en el local de la ciudad como haciendo campañas de atención médica gratuita en las distintas comunidades rurales especialmente en las zonas donde residían la mayoría de los pacientes. Era una época en que el país estaba convulsionado por la presencia del grupo terrorista Sendero Luminoso que había nacido en las entrañas del Perú olvidado y me refiero a las comunidades rurales de ayacucho, Apurimac y Huancavelica de donde se extendió a muchas otras zonas de nuestro territorio.

En cierta oportunidad habíamos programado una salida para realizar atención médica en un asentamiento rural ubicado en los ambientes de una ex hacienda llamada Ocobamba a unas tres horas de la ciudad de Abancay; me acompañaba en el viaje al que yo iba como médico una técnica de enfermería y un encargado de cuidar y atender a los tres caballos que nos proporcionó la comunidad y que además nos asignaron a un campesino del lugar para que nos ayude en la campaña ya que finalizando la atención en Ocobamba seguiríamos hacia otras comunidades.

La costumbre era salir siempre muy temprano en la mañana para que la travesía sea cómoda y podamos llegar a mediodía, y siempre que hacíamos estas salidas había alguien que nos esperaba con almuerzo; y el equipo de trabajo se dedicaba por la tarde a arreglar las cosas para la atención médica del día siguiente, la técnica de enfermería además de ayudar en la traducción del idioma quechua que yo no lo sabía hablar, se encargaba de proporcionar a los enfermos las medicinas que se llevaba para distribuirlos según sus dolencias en calidad de donación a los enfermos y así aliviar sus sufrimientos.

Recuerdo que llegamos a la comunidad mas o menos a mediodía, había mucha gente que se extrañaban por nuestra presencia y curioseaban acercándose hacia nosotros y uno que otro preguntaba cual era el motivo de nuestra visita y nosotros les explicábamos las razones de nuestro viaje y al mismo tiempo los invitábamos a que asistan al día siguiente a recibir atención médica por cualquier dolencia y que también avisen a sus familiares; a esa hora ya los niños de la escuela estaban por terminar sus clases de la mañana por lo que dejamos las cosas en un ambiente que nos habían asignado y nos invitaron a almorzar siempre rodeados de niños curiosos por lo que hacíamos.

Por la tarde la técnica se puso acomodar las cosas para la atención, el encargado de los animales los llevó a su corral y les dio de comer en un lugar cercano y cómodo para que descansen, y yo estaba caminando por el espacio abierto que tenía la hacienda que semejaba una plaza pública donde jugaban fútbol, con interés de ganarme la voluntad de los pobladores me acerque donde estaban los niños y los invité a compartir el juego con todos incluyéndome por igual formando dos equipos y jugamos durante toda la tarde; como es de suponer mientras estábamos jugando grupos de gente adulta miraban el juego y ya casi entrando la noche al finalizar el partido me acerque a una pequeña tienda que vendía algunas cosas y comprando unas gaseosas distribuimos un poco a cada una en un vaso que compartimos todos sin excepción para que sacien su sed después del juego, luego nos despedimos y cada niño se dirigió a su respectiva casa.

Al día siguiente se realizó la campaña médica, se atendió a toda la población, todos recibieron su respectiva medicina según su dolencia y salían muy agradecidos con nosotros; finalizando la campaña en aquel lugar arreglamos las cosas y muy temprano en la mañana el encargado de los caballos los alistó, subimos en cada uno de ellos; yo en un caballo, la técnica en otro, los medicamentos en otro y el guía que iba caminando como arrear los animales iba conversando con nosotros, y avanzando unos kilómetros me dijo:

Doctor, nos hemos salvado de una buena.

¿Y cómo es eso le pregunté?

Y me respondió: ¿Recuerda el primer día que llegamos a la hacienda, usted se puso a jugar con los niños toda la tarde e incluso les invitó su gaseosa a todos al final del juego?

Le respondí: Si.

Luego me dijo: La gente de Sendero Luminoso estaba en la hacienda y estaban viendo que actitud tomaba con los niños y como se puso a jugar con ellos sin ningún gesto de marginación o discriminación, eso les gustó y nos han dejado seguir con nuestro trabajo. Y eso nos salvó la vida, sino ustedes y yo ya estuviéramos muertos.

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