5 de diciembre de 2010

CUANDO EL MIEDO HACE PERDER LA RAZÓN

Magdalena, un pintoresco pueblo de la sierra cajamarquina estaba de fiesta y como es de esperar mucha gente, propios y extraños, acudió al pueblo siendo motivo para recibir a muchos visitantes entre forasteros, familiares y amigos. Esta historia sucedió hace algunos años cuando el pueblo aún sufría de escasez de energía eléctrica ya que este servicio solo se ofrecía de 6 y 30 de la tarde hasta las 10 de la noche; era invierno y el clima estaba húmedo por las constantes lluvias y por ello se incrementaba un clima muy frío a pesar de que en Magdalena casi todo el año es templado y muy agradable.

Dos primos, Ramiro y Walter; habían salidos a fiestear, en casa de unos familiares y estuvieron en una tan amena reunión que la comida y sobre todo los tragos perduraron bastante y la fiesta se alargó hasta después de la media noche y como ustedes deben deducir a esa hora ya no había luz eléctrica ni en la fiesta donde se prendieron las lámparas y los mecheros ni en las calles ya que se habían apagado todos los focos de los postes de alumbrado público.

Muy avanzados en tragos, o como se dice “muy entre pisco y nazca”, Ramiro y Walter deciden regresar a su casa a descansar, pero la noche estaba negra incrementada por la lluvia que caía persistentemente y no se veía absolutamente nada. Como de la fiesta a su casa tenían que caminar varias cuadras se ponen de acuerdo para ir conversando y así saber que van juntos y deciden pegarse a la pared para que no sufran ningún accidente, caerse a los charcos de agua o los moje la lluvia mas de lo que ya estaban mojados.

Con la lluvia, en la oscuridad de la noche y sin un alma en el camino, el trayecto se hacía muy largo y la oscuridad les dio miedo, sobre todo porque repentinamente uno de ellos sintió un gran escalofrío cuando escuchó pasos de alguien que caminaba detrás de él, con el pánico que tuvo le avisó a su primo quien puso atención y también escuchó los mismos pasos detrás de los dos. Uno de ellos dijo: primo aceleremos el paso a ver si así lo perdemos y avanzaron mas rápido y conforme avanzaban los pasos también avanzaban al mismo ritmo que ellos, de pronto uno de ellos dijo: “Hay que parar para escuchar si se acerca” y ambos dejaron de caminar y los pasos también dejaron de caminar. Como no se veía nada el miedo se apoderó de los dos, ambos creían que los iban a asaltar y uno de ellos dijo: “Primo parece que estamos cerca de la esquina de la casa, allí nos paramos y al doblar la esquina al que nos está siguiendo le vamos a “pegar”, saca tu cinturón y úsalo como látigo que yo haré lo mismo”.

Llegaron a la esquina y uno de ellos inició la agresión al asaltante que los estaba siguiendo, y empezó a dar correazos a diestra y siniestra en la oscuridad de la noche, el otro primo empezó a gritar diciendo “Primo me están pegando” a lo que el otro contestó “tu también dale con tu correa” y así lo hizo y también dio de correazos a todos lados y ambos agredían sin saber a quien, sin embargo ellos estaban recibiendo la paliza de su vida y al sentirse muy agredidos gritaron a los vecinos que estaban siendo asaltados, y así; después de varios latigazos y correazos al y del supuesto asaltante; muy ensangrentados pidieron auxilio esperando que alguien los ayude. Como estaban muy cerca de la casa de la mamá de uno de ellos, la tía madre de uno de los primos al escuchar los gritos de su hijo y su sobrino cerca de la puerta de su casa se levantó de su cama, prendió su lámpara y salió por el balcón del segundo piso donde estaba su dormitorio a mirar que estaba sucediendo. Y se encontró con un cuadro patético: Ambos primos se estaban dando de latigazos en la oscuridad de la noche, y al aclararse el espacio por la luz de la lámpara notaron que estaban los dos solos muy ensangrentados y a cierta distancia estaba sentado un perro que los estaba observando muy cerca de ellos y que por la presencia de la luz de la tía y la inquietud de los dos primos se fue alejando del lugar haciendo el mismo ruido de los pasos que ellos habían escuchado cuando caminaban hacia su casa y que habían confundido con los de una persona.

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