19 de marzo de 2013

UNA NOCHE EN LA CASA DE LOS VAMPIROS



UNA  NOCHE  EN LA CASA DE LOS VAMPIROS
Era una señora de origen italiano de trato muy agradable, de hablar lento y de mucha experiencia, tenía muchos años de trabajo y a pesar de su avanzada edad tenía un corazón joven que le permitía aun a su edad penetrar al espesor de la selva central a trabajar en la educación bilingüe de los niños de la comunidades nativas ashánincas a lo largo del rio Tambo, era una buena compañera y como yo era el encargado del área de salud en la ONG donde trabajamos me hizo una consulta médica cuando estábamos degustando nuestros alimentos en la mesa del comedor de nuestro local en la Merced, Chanchamayo.
“Doctor”, me dijo con su  pausada forma de hablar, “he venido porque estoy preocupada por un incidente que me pasó hace poco, hace unos días cuando finalizando la jornada de trabajo en una comunidad nativa de la ribera del río Tambo me dispuse a dormir y para ello como usted sabe extendí la hamaca y sobre ella el mosquitero preocupándome en que esté bien colocado de tal manera que no ingresen los zancudos, me acosté y leí un poco  hasta que me dormí, el problema fue al día siguiente cuando desperté, sentí que mis pies estaban húmedos y cuando los miré me di con la desagradable sorpresa que mis pies estaban manchados con sangre y que tanto la hamaca como el mosquitero que envolvían mis pies en esa zona estaban también sucios con sangre, durante la noche yo no había sentido nada, me revise los pies y observé una pequeña herida en mi talón, es por eso que he venido porque lo que sucedió es que había sufrido una mordedura de vampiro y sé que ellos transmiten varias enfermedades y una de ellas y la más mortal es la rabia”; me dijo muy preocupada.
“Es verdad”, le dije en tono de no alarmarla más, “los vampiros como se los llama aquí en la selva son murciélagos hematófagos que se alimenta habitualmente de sangre de ganado bovino, equino o porcino y a veces de humanos, a los que ataca mientras duermen,  acercándose a ellos volando, arrastrándose por el suelo o saltando, para morderles en los hombros, espalda, glúteos, en las patas, así como en el cuello o en las orejas;  Son animales de tamaño variable, hay de 6 y los 9 centímetros y un peso de 25-40 gramos hasta gigantes, pelaje denso color gris, cara aplanada, orejas pequeñas y puntiagudas, hocico corto, con incisivos superiores anchos y filosos e inferiores pequeños, siendo los caninos largos, de punta aguda y borde posterior afilado, los nativos ashánincas dicen que en la saliva tiene dos sustancias, una es un potente anestésico que actúa al contacto con la piel del lugar donde van a morder y por eso no se siente el daño, y una vez hecha la herida actúa la segunda sustancia que es un anticoagulante que hace que la herida no deje de sangrar y “chupan” y lamen la sangre que brota de la pequeña herida lentamente, por eso se ha ensuciado su mosquitero y su hamaca” le dije.
“Y sobre la rabia” me preguntó muy ansiosa, “también es verdad” ya que se transmite a los humanos generalmente por mordedura de animales como perros, lobos y murciélagos, portadores habituales de la enfermedad y que en el folclore han sido relacionados con los vampiros. “Y que debo hacer” insistió, “primero debe dejar de preocuparse porque la probabilidad de que este “vampiro” le haya contagiado la rabia es muy baja debido a que hace mucho tiempo que no se presentan casos de rabia en esta zona” le aseguré, pues yo estaba encargado de los servicios periféricos de la subregión donde estábamos trabajando y ese dato era cierto, “sin embargo cuando llegue a lima vaya donde el instituto de medicina tropical para que le hagan una evaluación”, le recomendé.  
Y así fue que al terminar el día la sexagenaria italiana viajó a Lima de donde regresó al poco tiempo sin ningún problema de salud, esta historia me hizo recordar un incidente que tiene cierta similitud al relato anterior y que cada vez que lo recuerdo se me escalofría el cuerpo por el riesgo que tuve y que tienen muchos de los que trabajan en los rincones del Perú profundo, esta es la historia:
Estaba encargado de coordinar el trabajo de salud con las comunidades nativas que se encuentra en la margen del río Perené y me dirigí a una de ellas que se encontraba a la derecha de la carretera entre Pichanaki y Satipo, la movilidad me dejo en la entrada donde se inicia una trocha carrozable que nos lleva a la comunidad y por donde a veces ingresaban algunos camiones madereros, debía caminar aproximadamente una hora, pero antes debía pasar un río sacándome los zapatos y caminando por su cauce con el agua que me cubría hasta la cintura, por alguna razón nos habíamos demorado mucho y yo llegué a la comunidad aproximadamente a las cinco de la tarde, busque al “Jefe” de la comunidad y después al promotor de salud y en una de sus chozas conversamos sobre el trabajo y las coordinaciones de cómo iban las actividades de salud de la comunidad y las actividades realizadas con las otras áreas como agricultura muy relacionada a la salud por la necesidad de una buena alimentación, era el final del día y tenía mucha hambre, me ofrecieron de comer lo que buenamente tenían, un café y yuca frita y mientras conversábamos poco a poco iba oscureciendo hasta que cayó la noche, me preocupaba donde iba a dormir y cuando pregunté donde pasar la noche todos se miraron y nadie dijo donde hasta que al promotor se le ocurrió la brillante idea de que pase la noche en el puesto de salud, “que bien” me dije a mi mismo, allí debe haber una camilla por lo menos, así descansaré bien, pensé.     
Me despedí de todos y me dirigí con el promotor de salud hacia el local destinado para el puesto de salud que estaba un poco alejado del villorrio muy cerca de un campo de futbol, yo con cierta alegría seguía pensando en la comodidad de mi posada temporal hasta que llegamos, una vez en el lugar toda la alegría desapareció cuando al querer abrir la puerta del puesto esta estaba atascada, por lo que tuvo que hacer un gran esfuerzo para abrirla y cuando lo logró todo mi cuerpo se enfrió, la piel se puso como de gallina y sentí un escalofrío que me invadió de pies a cabeza cuando vi que por la puerta del pequeño local salían volando gran cantidad de “vampiros” (murciélagos) y al observar el interior de la habitación alumbrando con el mechero de kerosene que había llevado observé gran cantidad de estos animales colgando de toda la superficie del techo, el promotor de salud, antes que le pregunte nada, dijo: estos animales  no hacen nada así que aquí acomódese y de inmediato desapareció del lugar; al quedarme solo en un ambiente sucio y pestilente, lleno de cosas y sobre todo habitado por “vampiros”  trate de tener calma y busque la mejor forma de tener una cama, no había nada de material de salud ni siquiera una camilla, era un ambiente destinado a ser un puesto de salud pero lo habían convertido en un depósito, por los animales tuve que tener todo el tiempo el mechero muy cerca mío ya que por el humo que eliminaba al quemarse el combustible los alejaba de mi pero los alborotaba y revoloteaban sobre mi cabeza; encontré una mesa donde alcanzaba acostado pero doblando las rodillas y lo puse al centro de la habitación y con una manta que me habían proporcionado me envolví completamente el cuerpo con las rodillas dobladas sin sacarme la ropa y puse el mechero junto a mi cara para evitar que puedan acercarse a mi rostro. Así pasaron las horas una tras otra y cada una de ellas parecían eternas, escuchando todo el tiempo el aletear de los "vampiros" que volaban sobre mi cabeza y mi cuerpo siempre pendiente de que el mechero este muy cerca mío, hasta que el cansancio hizo que pueda dormir a muy altas horas de la noche despertando a cada momento, cuando ya había amanecido, la habitación estaba llena del humo que había eliminado el mechero que en ese momento ya estaba apagado y los “vampiros” habían desaparecido, busqué alguna herida en mis pies o en alguna otra parte del cuerpo y no me encontré ninguna herida y dando gracias a Dios por que no tenía nada malo, me levanté, arregle mis cosas y después de trabajar en la comunidad nativa las primeras horas de la mañana, salí presuroso pensando en no pasar otra noche y aprovechando en respirar el aire puro que la abundante vegetación de la selva peruana nos brinda inicié mi largo viaje de regreso.
Así fue como pase una noche en la casa de los “vampiros”  

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