UNA NOCHE EN
LA CASA DE LOS VAMPIROS
Era una señora de origen italiano de trato muy agradable,
de hablar lento y de mucha experiencia, tenía muchos años de trabajo y a pesar
de su avanzada edad tenía un corazón joven que le permitía aun a su edad
penetrar al espesor de la selva central a trabajar en la educación bilingüe de
los niños de la comunidades nativas ashánincas a lo largo del rio Tambo,
era una buena compañera y como yo era el encargado del área de salud en la ONG
donde trabajamos me hizo una consulta médica cuando estábamos degustando
nuestros alimentos en la mesa del comedor de nuestro local en la Merced,
Chanchamayo.
“Doctor”, me dijo con su pausada forma de hablar, “he venido porque
estoy preocupada por un incidente que me pasó hace poco, hace unos días cuando finalizando
la jornada de trabajo en una comunidad nativa de la ribera del río Tambo me
dispuse a dormir y para ello como usted sabe extendí la hamaca y sobre ella el
mosquitero preocupándome en que esté bien colocado de tal manera que no ingresen
los zancudos, me acosté y leí un poco hasta que me dormí, el problema fue al día
siguiente cuando desperté, sentí que mis pies estaban húmedos y cuando los miré
me di con la desagradable sorpresa que mis pies estaban manchados con sangre y
que tanto la hamaca como el mosquitero que envolvían mis pies en esa zona
estaban también sucios con sangre, durante la noche yo no había sentido nada, me
revise los pies y observé una pequeña herida en mi talón, es por eso que he
venido porque lo que sucedió es que había sufrido una mordedura de vampiro y sé
que ellos transmiten varias enfermedades y una de ellas y la más mortal es la
rabia”; me dijo muy preocupada.
“Es verdad”, le dije en tono de no alarmarla más,
“los vampiros como se los llama aquí en la selva son murciélagos hematófagos
que se alimenta habitualmente de sangre de ganado bovino, equino o
porcino y a veces de humanos, a los que ataca mientras duermen, acercándose a ellos volando, arrastrándose por
el suelo o saltando, para morderles en los hombros, espalda, glúteos, en las
patas, así como en el cuello o en las orejas; Son animales de tamaño
variable, hay de 6 y los 9 centímetros y un peso de 25-40 gramos hasta gigantes,
pelaje denso color gris, cara aplanada, orejas pequeñas y puntiagudas, hocico
corto, con incisivos superiores anchos y filosos e inferiores pequeños, siendo
los caninos largos, de punta aguda y borde posterior afilado, los nativos ashánincas dicen que en la saliva
tiene dos sustancias, una es un potente anestésico que actúa al contacto con la
piel del lugar donde van a morder y por eso no se siente el daño, y una vez
hecha la herida actúa la segunda sustancia que es un anticoagulante que hace
que la herida no deje de sangrar y “chupan” y lamen la sangre que brota de la
pequeña herida lentamente, por eso se ha ensuciado su mosquitero y su hamaca”
le dije.
“Y sobre la rabia” me preguntó muy ansiosa, “también
es verdad” ya que se transmite a los humanos generalmente por mordedura
de animales como perros,
lobos y murciélagos,
portadores habituales de la enfermedad y que en el folclore han sido
relacionados con los vampiros. “Y que debo hacer” insistió, “primero debe dejar
de preocuparse porque la probabilidad de que este “vampiro” le haya contagiado
la rabia es muy baja debido a que hace mucho tiempo que no se presentan casos
de rabia en esta zona” le aseguré, pues yo estaba encargado de los servicios periféricos
de la subregión donde estábamos trabajando y ese dato era cierto, “sin embargo
cuando llegue a lima vaya donde el instituto de medicina tropical para que le hagan
una evaluación”, le recomendé.
Y así fue que al terminar el día la sexagenaria
italiana viajó a Lima de donde regresó al poco tiempo sin ningún problema de
salud, esta historia me hizo recordar un incidente que tiene cierta similitud al
relato anterior y que cada vez que lo recuerdo se me escalofría el cuerpo por
el riesgo que tuve y que tienen muchos de los que trabajan en los rincones del
Perú profundo, esta es la historia:
Estaba encargado de coordinar el trabajo de
salud con las comunidades nativas que se encuentra en la margen del río Perené
y me dirigí a una de ellas que se encontraba a la derecha de la carretera entre Pichanaki
y Satipo, la movilidad me dejo en la entrada donde se inicia una trocha
carrozable que nos lleva a la comunidad y por donde a veces ingresaban algunos
camiones madereros, debía caminar aproximadamente una hora, pero antes debía
pasar un río sacándome los zapatos y caminando por su cauce con el agua que me
cubría hasta la cintura, por alguna razón nos habíamos demorado mucho y yo llegué
a la comunidad aproximadamente a las cinco de la tarde, busque al “Jefe” de la
comunidad y después al promotor de salud y en una de sus chozas conversamos
sobre el trabajo y las coordinaciones de cómo iban las actividades de salud de
la comunidad y las actividades realizadas con las otras áreas como agricultura
muy relacionada a la salud por la necesidad de una buena alimentación, era el
final del día y tenía mucha hambre, me ofrecieron de comer lo que buenamente
tenían, un café y yuca frita y mientras conversábamos poco a poco iba
oscureciendo hasta que cayó la noche, me preocupaba donde iba a dormir y cuando
pregunté donde pasar la noche todos se miraron y nadie dijo donde hasta que al
promotor se le ocurrió la brillante idea de que pase la noche en el puesto de
salud, “que bien” me dije a mi mismo, allí debe haber una camilla por lo menos,
así descansaré bien, pensé.
Me despedí de todos y me dirigí con el promotor
de salud hacia el local destinado para el puesto de salud que estaba un poco
alejado del villorrio muy cerca de un campo de futbol, yo con cierta alegría seguía
pensando en la comodidad de mi posada temporal hasta que llegamos, una vez en
el lugar toda la alegría desapareció cuando al querer abrir la puerta del
puesto esta estaba atascada, por lo que tuvo que hacer un gran esfuerzo para
abrirla y cuando lo logró todo mi cuerpo se enfrió, la piel se puso como de
gallina y sentí un escalofrío que me invadió de pies a cabeza cuando vi que por
la puerta del pequeño local salían volando gran cantidad de “vampiros” (murciélagos)
y al observar el interior de la habitación alumbrando con el mechero de
kerosene que había llevado observé gran cantidad de estos animales colgando de
toda la superficie del techo, el promotor de salud, antes que le pregunte nada,
dijo: estos animales no hacen nada así
que aquí acomódese y de inmediato desapareció del lugar; al quedarme solo en un
ambiente sucio y pestilente, lleno de cosas y sobre todo habitado por “vampiros”
trate de tener calma y busque la mejor forma
de tener una cama, no había nada de material de salud ni siquiera una camilla,
era un ambiente destinado a ser un puesto de salud pero lo habían convertido en
un depósito, por los animales tuve que tener todo el tiempo el mechero muy
cerca mío ya que por el humo que eliminaba al quemarse el combustible los
alejaba de mi pero los alborotaba y revoloteaban sobre mi cabeza; encontré una
mesa donde alcanzaba acostado pero doblando las rodillas y lo puse al centro de
la habitación y con una manta que me habían proporcionado me envolví completamente
el cuerpo con las rodillas dobladas sin sacarme la ropa y puse el mechero junto
a mi cara para evitar que puedan acercarse a mi rostro. Así pasaron las horas
una tras otra y cada una de ellas parecían eternas, escuchando todo el tiempo
el aletear de los "vampiros" que volaban sobre mi cabeza y mi cuerpo siempre
pendiente de que el mechero este muy cerca mío, hasta que el cansancio hizo que
pueda dormir a muy altas horas de la noche despertando a cada momento, cuando ya
había amanecido, la habitación estaba llena del humo que había eliminado el
mechero que en ese momento ya estaba apagado y los “vampiros” habían
desaparecido, busqué alguna herida en mis pies o en alguna otra parte del
cuerpo y no me encontré ninguna herida y dando gracias a Dios por que no tenía
nada malo, me levanté, arregle mis cosas y después de trabajar en la comunidad
nativa las primeras horas de la mañana, salí presuroso pensando en no pasar
otra noche y aprovechando en respirar el aire puro que la abundante vegetación de
la selva peruana nos brinda inicié mi largo viaje de regreso.
Así fue como pase una noche en la casa de los “vampiros”
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