LA SUERTE
DE LA FEA
LA BONITA LA
DESEA
Era en día limeño como todos en la gran mayoría
de año, no había sol y el cielo mostraba su tétrico color gris que incrementaba
la tristeza agravado por ser un día frío día de invierno, estábamos trabajando en el hospital y ya habíamos
terminado de realizar la visita médica temprano o sea que ya habíamos pasado la
evaluación a cada una de las pacientes que en ese momento estaban
hospitalizadas, el equipo médico era mayormente de mujeres ya que en los dos
servicios con que contaba el pabellón las actividades eran dirigidas por
médicas de gran capacidad profesional y prestigio con una formación impecable,
luego cada uno de los médicos, internos y residentes se dedicaban a terminar
las tareas administrativas haciendo recetas, notas terapéuticas, evoluciones.
Interconsultas, etc.
Eran aproximadamente las diez de la mañana,
hora en que llegaban a cada servicio los pacientes que tenían que ser
hospitalizados, y nuestra directora médica era una mujer de rasgos finas, muy
delgada, de tez blanca, de apariencia conservadora, no era una belleza pero
tampoco tenía mal parecido y se acercaba a la etapa de cambios hormonales de la
media vida y aun seguía soltera, a pesar de que tenía un novio también maduro
con quien hasta ese momento no llegaban a finalizar con éxito esa relación, (pero
años después fue su esposo) lo que le preocupaba seriamente a nuestra amiga y
jefa de servicio.
Mientras el resto de equipo médico escribíamos
recetas e historias en el estar de enfermeras observamos que nuestra directora
se dedicó a avaluar a una paciente que recién había ingresado en ese momento y
como era su responsabilidad, estilo y capacidad recogió los datos interrogando minuciosamente
a la paciente, luego paso al examen físico muy detallado, y fue revisando los
notas de emergencia con que la paciente había ingresado; la paciente era una
mujer de unos cuarenta años que era portadora de una enfermedad crónica, tenía
talla baja y que ingresaba para aclarar su diagnostico, tenía varios hijos,
presentaba una xifosis (joroba) más o menos marcada, un defecto de nacimiento
que la hacía cojear y sobre todo un gran compromiso general que hacía más
sobresaliente los defectos de la humilde paciente, hasta aproximadamente unos
cuarentaicinco minutos después terminó su evaluación.
Repentinamente la doctora miró al grupo del
estar de enfermeras y trató de ubicarme y cuando lo logró me llamó algo
agitada, se la veía como preocupada y exaltada, doctor, me dijo quiero que evalúe
esta paciente, al inició me llamó la atención el pedido porque siendo residente
sabíamos que la primera evaluación y la confección de la historia clínica le
correspondía al interno, pero como era un pedido de la jefatura inicié la
entrevista, como era de esperar, haciendo algunas preguntas que la misma
doctora me respondía, y haciendo un examen físico sumario y evaluando algunos
datos que traía en la historia clínica e intenté hacer un diagnóstico a los que la doctora me reprochó diciendo, no
doctor, no quiero su diagnóstico, quiero que evalúe su historia personal que yo
había pasado por alto y no indague en ello, procedí hacerlo rápidamente y
encontré algunos datos interesantes sobre su prolija vida marital de tan
disminuida paciente.
Bruscamente fui interrumpido por la doctora
quien me manifestó que lo que quería conmigo es lo siguiente: doctor, me dijo,
quiero que comparta conmigo mi indignación y lo injusta que es la vida; mire a
esta paciente, flaca, con joroba, coja y enferma crónica y tiene como yo casi
la misma edad y ha tenido en su vida tres maridos y en cada uno hijos, y yo
hasta ahora ninguno.
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