DIOS NOS DA
EL TIEMPO DE VIDA QUE “EL” DECIDE
El tema de presente anécdota es muy común,
repetitivo en todas las familias pero muy, muy aleccionador y sin que a veces lo tomemos
en cuenta ya que con frecuencia olvidamos que estamos en manos de Dios quien
quizá decida que en algún momento nosotros seamos los protagonistas de la
historia, esta anécdota cuenta un hecho real del que todos debemos aprender.
Hace algún tiempo vivía en un pueblo cerca a la
“Capital de la Primavera” un tío que ya había cumplido hacía algunos meses los
cien años, en la distancia los pocos familiares que lo recordaron le enviaron
los respectivos saludos con los muy pocos familiares que lo visitaron al día de
su onomástico, su salud como era de esperar estaba muy deteriorada, sufría de
todos los males de la edad sobre todo su corazón viejo y enfermo todavía latía
al compas de su lentitud producto del deterioro físico y el avance de los años
produciendo en su cuerpo el clásico encogimiento del cuerpo por el paso del
tiempo, sin embargo como todos los de su edad a veces mantenía cierta lucidez y
se conectaba con la familia especialmente con su único hijo quien era el que lo
acompañó hasta el último día de su vida casi cuatro años después.
Los primos que conocíamos el hecho conversamos
y acordamos hacer algo por el longevo tío, así que organizamos un “agasajo por
los cien años del tío” y decidimos viaje hacia el pequeño pueblo de distintos
destinos, llegamos de Cajamarca, Lima y por supuestos estuvieron algunos
familiares la misma ciudad de Trujillo dentro de ellos su único hijo de sangre
y un hijo político unos veinticinco años menos, avisamos a quien pudiese ir y
en la reunión casi llegamos a veinte persona; con la colaboración de varios
familiares que no pudieron ir le llevamos al tío algunas cosas, víveres, ropa y
sobre todo un inmenso cariño para que pase un día inolvidable.
Resalto el hecho que la situación económica del
tío no era buena, ni siquiera regular, vivía del aporte de su hijo y del apoyo
del barrio, como era de esperar en situación de pobreza, las carencias existen
y eran fuertes, su pequeña vivienda de madera no tenía los servicios básicos y
estaba casi abandonado, lo digo con el respeto de su hijo que era muy
consciente de la situación en que se encontraban. Unos meses después se le pudo
arreglar parte de su techo con apoyo de la familia, pero esa es otra historia.
Volvamos al agasajo el que se inició cuando llegamos, algunos de los miembros
femeninos se encargaron de asearlo, vestirlo y prepararlo para el gran almuerzo.
Como esperábamos ese día estuvo bastante lúcido, reconoció a toda la familia,
mando saludos a través de un video y posaba para todas la fotos, estaba feliz y
esta felicidad se vio plasmada en toda su extensión cuando llegando el almuerzo
comió con tanto gusto todo lo que se le sirvió y hasta se tomó sus vasos
cerveza, el local era público pero nos habían separado un espacio reservado
sólo para la familia en mesas especiales para la ocación y la pasamos muy bien.
En su momento se tomaron la palabra los
miembros de la comisión encargada del agasajo, luego los primos del celebrado
tío y finalmente los hijos y familiares, mientras se servía el almuerzo, aunque
no hubo baile, se escucho con mucha alegría las piezas musicales que ejecutaba una
orquesta contratada para la ocasión y que el local había contratado especial para
la fecha, fue todo un acontecimiento.
El hecho anecdótico sucedió durante la preparación
a la fiesta, caminábamos a lo largo de la vereda de la pequeña plaza del pueblo
y yo veía que todos estaban colaborando
para que todo salga bien, pero vi una especial preocupación en su hijo político
quien mientras caminaba a nuestro lado no dejaba de mostrar cierta incomodidad
por el agasajo, hasta que no pudo aguantar lo que nos quería decir y lo soltó:
“sería bueno que en vez de este agasajo, se guardara ese dinero para su
entierro, yo tengo algo guardado para él y quizás con lo que ustedes tienen no
tengamos problemas el día de su muerte”
Personalmente me incomodó un poco pero
seguíamos adelante, y la respuesta fue: “El día que suceda ya veríamos con su
hijo lo que pudiéramos hacer” luego el incidente paso. Este hijo político de veinticinco
años menor que el tío, quizás pensó que él tenía mejor probabilidad de vida que el longevo tío de
más de cien años y que como parecía que faltaba poco para que deje este mundo hizo
este comentario, las patética historia se desarrollo antes de los dos años cuando
por una rápida y mortal enfermedad murió el hijo político y el centenario tío duró
casi cerca de ciento cuatro años.